Cuando dejás tu trabajo y tu país, te das cuenta de lo maravilloso que era hacer lo que a tí te gusta, en lo que te formaste

Sitios de interés

Ministerio de trabajo y seguridad social

Consultas laborales y salariales vía web

Acceder

Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional

Páginas de búsqueda laboral

Cómo revalidar los títulos universitarios del extranjero

Registro temporario de títulos extranjeros de especialidades médicas

Cómo realizar el registro de títulos de carreras reconocidas por el Poder Ejecutivo

A fines de 2017, una de las tantas valijas siendo armadas en Venezuela era la de Lila. Con destino a otra parte del mundo, dejaba atrás a su familia, amigos y las calles que la vieron crecer. Dejaba también su auto, su casa propia y un empleo público. Viajaba ligera de equipaje, pues creía que lo más importante, lo que la iba a ayudar a salir adelante en un nuevo país, eran los saberes adquiridos con años de estudios y experiencia profesional. Y porque más allá de las pertenencias, la acompañaba su mayor tesoro, su hija Silvana, el motor de esta decisión.

*

Lila es una mujer que se plantó firme para forjar su propio destino. Si su vida fuera una película, ella sería quien escribió el guion, dirigió las escenas y actuó con maestría. Desde temprano, sostuvo una postura decidida para encontrar su camino: a sus 20 y pocos años dejó la carrera de Química para estudiar Historia del Arte y Museología. “Fue una locura, pero una decisión linda que cambió mi vida”, cuenta. 

Tiene el pensamiento ágil, el habla segura y el currículum del tamaño de un cuento. Tras recibirse como museóloga, se especializó en Portugal y luego en Reino Unido, y esas experiencias la transformaron. Quizás por eso hoy tiene una definición tan firme de lo que es ser migrante: “Creo que es como una profesión también, porque está la adaptabilidad, la aceptación, sentimientos encontrados y luchas internas, porque te cuestionas. Es la capacidad de integrar, de conocer, de valorar lo que tenías y estás descubriendo. Tener una visión de mundo más amplia, ser una persona más preparada. Conocer gente de otras realidades, otros contextos, y otras visiones. Visiones que no te imaginabas que podías tener”.

Cuando volvió a Venezuela le surgió una oportunidad laboral en el Museo de Caracas, y de ahí en adelante sólo creció como profesional. Pasó al museo de Ciencias de la capital y después al Ministerio de Ciencia y Tecnología, donde trabajó por 15 años. Entusiasmada con los desafíos que se le presentaban, avanzó: hizo una especialización y luego una maestría.

Cuando es invitada a hablar sobre aquellos años, Lila se acomoda en la silla, inhala y llena los pulmones de aire como quien tiene mucho por decir. Y realmente lo tiene. “Nos movíamos por todos los departamentos y el Ministerio incentivaba el intercambio de saberes. Recorrí prácticamente todo el país. Y cuando uno sale de eso se da cuenta de lo maravilloso que era trabajar en lo que a ti te gusta, en lo que te formaste. Mi trabajo era lindísimo. Tuve una vida laboral demasiado plena”, narra con brillo en los ojos.

Sin embargo, de la película que ella misma dirigía, hoy ya no tiene el control total del guion y las escenas.

*

“Sentía la necesidad, como madre, de proteger a mi hija, de que estuviera en un contexto normal. En ese momento, en 2017, habían pasado cosas en Venezuela”, comenta Lila sobre su iniciativa de migrar a tierras orientales.

Su primer contacto con Uruguay fue caótico. Llegó en diciembre a Punta del Este, uno de los puntos de veraneo más importantes del Cono Sur, donde el glamour y el lujo son la carta de presentación de la mano de precios exorbitantes y un estilo de vida acelerado. Un contexto que, sin dudas, supone un ambiente hostil para un recién llegado. A pesar de todo, Lila logró conseguir un puesto de trabajo en un hotel, charlando con el propietario, quien en un principio mostró cierta resistencia a contratarla porque reconocía que estaba altamente sobrecalificada para la función. Trabajó allí un mes y medio antes de emprender una nueva búsqueda en Montevideo.

Trabajo

En la capital, las experiencias laborales fueron diversas, pero ninguna en su área de actuación: fue acompañante en una empresa de cuidados para adultos mayores, vendedora en una chocolatería, en una empresa de repuestos de maquinaria agrícola y hasta en una fábrica de pastas. El de la empresa de repuestos fue uno de sus peores pasajes, según relata: “Fue muy triste. Me mantuvieron irregular por dos meses. Cuando me incorporaron y les pregunté por el laudo, entonces me dijeron adiós, y yo acababa de mudarme. Fue muy duro. Un poco de explotación sentí”.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), “más del 70% de las mujeres venezolanas tenía un trabajo remunerado antes de migrar, muchas de ellas en empleos asalariados formales. A pesar de sus antecedentes educativos y ocupacionales, las mujeres se insertan en peores condiciones laborales que los hombres venezolanos en los países de destino”.

En Uruguay las y los migrantes pueden ser contratados formalmente, aun sin la cédula uruguaya, desde que comprueben estar tramitando la residencia temporaria o definitiva en el país. Lo mismo vale para los que ingresan como refugiados, siempre que acrediten su calidad de solicitantes de refugio con la constancia emitida por la Dirección General para Asuntos Consulares y Vinculación del Ministerio de Relaciones Exteriores. Sin embargo, esa “facilidad” respecto a la documentación, no es la misma que encuentran a la hora de revalidar títulos y ejercer su profesión. En el caso de Lila, la posibilidad ni existe, ya que la carrera que cursó no está entre las ofertas académicas de Uruguay.

Según Carmen Rodríguez, psicóloga de Unicef, es importante que “la mujer no caiga tanto entre lo que sabe hacer y puede hacer, a lo que en efecto se le ofrece por un problema de regulación de sus saberes”, y sugiere otra forma de validar la formación a través de “un programa de certificación para mujeres migrantes. Que las mujeres, siendo nurses, no tengan que trabajar de guardia de seguridad, simplemente porque no pueden dejar unos papeles. Que puedan validar y legitimar sus saberes para moverse en otro rubro”.

Lo mismo propone Lila, que vive ese impase hace cuatro años: “Se podría generar una política pública mejor de integración, en cuanto al migrante que viene con toda una valija de aporte y experiencia y quiere aportar y aprender”.

*

Hasta el comienzo del siglo, los varones eran considerados protagonistas de los flujos migratorios, mientras que las mujeres ocupaban el puesto de acompañantes. En las últimas décadas ese panorama empezó a cambiar con el aumento de la población femenina en los desplazamientos, pero también con el reconocimiento de que las mujeres migran de forma independiente y encabezan sus propios proyectos migratorios. Lila, la museóloga especialista en tecnología que emigró buscando seguridad para vivir con su hija, es un gran ejemplo de ese movimiento.

El último informe de OIM respecto al panorama mundial de las migraciones, da cuenta de que de los 281 millones de migrantes internacionales, 135 millones son del sexo femenino (un 48,0%). En Latinoamérica y el Caribe la diferencia disminuye (49,5 de mujeres, 50,5 de varones), pero en Uruguay la realidad se invierte, por las nuevas corrientes latinoamericanas: las mujeres son mayoría con un 54,6%.

La inserción laboral en el país de destino es la problemática más latente para esa mayoría. Viviendo en carne propia esa realidad, Lila dedica varias horas de su día a verificar las plataformas de búsqueda de empleo y acompañar las postulaciones que realiza: “En estos cuatro años he enviado más de 600 currículos por correo electrónico. Le hago seguimiento en todos los portales de acá. Llevo un informe de todos los llamados”.

En su trayectoria como mujer migrante, además, siente que la edad es uno de los factores que influyen en los procesos selectivos que participa. “La gente de mi edad (53) tiene mucho que dar, esa franja entre los 50 y 60, mujeres y hombres migrantes. ¿Cuántos ingenieros, cuantos doctores, cuánta gente puede sumar, puede apoyar al país?”, comenta.

Uruguay cuenta con una Ley de regulación de políticas activas de empleo que prevé incentivos para las empresas del sector privado que contraten, entre otros perfiles, a mayores de 45 años “que se encuentran en situación de desempleo contínuo por más de 12 meses, o discontinuo superior a 15 meses”. Esa contratación genera beneficios al empleador, como subsidios económicos. Sin embargo, Lila no ve los efectos hasta el momento: “He ido a muchísimos llamados, públicos y privados, y en muchos ni siquiera te llaman. Hay un incentivo a las empresas, pero no sucede”, dice. “Por lo general me escuchan, me dicen: ‘bueno, te vamos a tener presente’, pero luego nada”.

La indiferencia de centenares de empleadores que descartaron su currículum sin darle siquiera la oportunidad de una entrevista, también impacta en la salud mental y el autoestima de quien, además de la urgencia económica, sabe que posee las herramientas necesarias. “Tengo la parte académica, tengo la parte de experiencia, entonces me da muchísima rabia que no te tomen en cuenta” expresa. “Es muy fuerte. He ido a psicólogos, me he sentido muy mal, anímicamente mal”.

En ese recorrido ha tocado un sinfín de puertas, y aunque de a ratos dice que ya no sabe qué más hacer, no se detiene. No puede detenerse, porque la impulsa el amor. “Saco fuerzas de mi hija, de la fortaleza que ha tenido; ella es como la nafta, el combustible que me permite seguir”, declara Lila, mientras ve, con rostro emocionado, cómo Silvana entra a la casa tras haber salido con amigas.

Es por estas pequeñas cosas que ella emprendió su nuevo camino, para que su hija pueda disfrutar de un entorno seguro. Por esto, ha golpeado incluso las puertas del Parlamento y hace cuatro meses espera por su audiencia, con la esperanza de visibilizar la situación de cientos de migrantes que, como ella, traen una valija repleta de herramientas que no tienen la oportunidad de usar. Además, muchos de ellos se ven limitados por la imposibilidad legal de poder acceder a un cargo público, ya que para eso necesitan obtener la ciudadanía uruguaya, que exige cinco años de residencia en el país. 

En medio del caos de la falta de estabilidad laboral, fue feliz trabajando temporalmente como tutora en una universidad privada, apenas por dos semanas. Al momento en que nos contaba su historia, trabajaba como niñera y lamentaba: “A mí me parece un desperdicio que yo esté haciendo lo que estoy haciendo, cuando puedo aportar mucho al país”.

Hasta el cierre de esta nota, Lila se encontraba otra vez sin trabajo.

*

La historia de Lila es una historia de amor: el amor por su hija, por sí misma y por todo lo que logró construir a lo largo de los años. Recuerda el tiempo que pasó en Portugal como un amor platónico, un idilio que le mostró lo mejor de la vida. Aunque siente nostalgia de esos tiempos, sabe que el real es el amor que se construye día a día, ese que se hace más fuerte superando cada dificultad, ese tipo de amor que siente por Uruguay. Al hablar de eso, la voz se le entrecorta y Lila, entre una lágrima y una sonrisa, como quien intenta explicar la magia de los vínculos que podemos generar con los lugares, comparte su sentir:

“En Uruguay me siento tranquila, segura, en paz; es como el sitio ideal, mi espíritu se siente bien, mi cuerpo también, me encanta la tranquilidad, me gusta el equilibrio, la estabilidad”, dice. “Me emociono porque tengo cuatro años acá, es muy poco tiempo, pero a esa altura el país se ha metido muy dentro de mí. Ya está muy incorporado en mi día a día: la rambla, el asado, la milanesa, la pizza, el vino que es es el más rico, el más delicioso. Hay lindas costumbres”, finaliza.

La nueva fase de esa película que intenta volver a dirigir, a veces parece pertenecer a otra historia. Los tiempos en el extranjero y sus experiencias en Venezuela de a ratos parecen no tener ninguna relación con su situación actual, salvo por ella, la protagonista y directora, que intenta diariamente completar las escenas que faltan para que todo cierre, para que todos esos años se vean reflejados en un próximo capítulo. “Te traes tu historia de donde vienes e incorporas lo de acá, que va a seguir siendo tu día a día. Yo siento ese conflicto y esa tristeza de no poder sacar mi equipaje del todo. Porque soy lo que soy, todo lo que estudié, trabajé, lo que me preocupé, entonces quiero sacar eso también y ponerlo acá en mi casa. Porque mi casa es Uruguay”.

Trabajo - Lila

Lila

Lila

Trabajo

Trabajo

Sitios de interés

Ministerio de trabajo y seguridad social

Consultas laborales y salariales vía web

Acceder

Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional

Páginas de búsqueda laboral

Cómo revalidar los títulos universitarios del extranjero

Registro temporario de títulos extranjeros de especialidades médicas

Cómo realizar el registro de títulos de carreras reconocidas por el Poder Ejecutivo