Hay que tener mucha fortaleza cada día para seguir adelante cuando la vida te ha cambiado por completo

Sitios de interés

Equipos de salud mental ASSE

Web

Centro Nacional de Información y Referencia de la Red de Drogas Portal Amarillo

Web

Psicólogos del Uruguay

Web

Red de psicólogos

Web

Dirección de salud mental de ASSE

Web

Centro de Información y Referencia de la Red-Drogas (Portal Amarillo)

Web

Línea de apoyo emocional ASSE

Web

Servicios de atención psicológica que brinda la Facultad de Psicología

Web

Espacio Psicológico Virtual de la UDELAR

Web

Una ventana. Una ventana grande, de esas que cruzan la pared, deja que el viento se cuele entre las bisagras y llene la casa de un canto metálico. Una ventana y al otro lado, un cielo verde: la copa frondosa de un árbol que hace que las nubes, los edificios y una ciudad activa, lenta pero activa, se cuelen entre el paisaje. Una ventana, un árbol y un cielo. Y en ese recorte de metros cuadrados, algo bastante parecido a la felicidad.

La de Valerie será una historia feliz. Estará lejos, todavía, de ser una felicidad con sabor a independencia, a fortaleza y a poder como la que tenía en Caracas, esa ciudad a la que llegó a los 17 años, cuando dejó su casa familiar en el interior de Venezuela para ir a construir la vida con la que soñaba. Pero será una historia feliz: en la tranquilidad de Montevideo, con la calma que le trae la cercanía del río mar (como le dice al Río de la Plata) y después de los tropezones y las caídas, esta mujer migrante empezó a coser los parches de una capa de superheroína que había dado por perdida. Y está en buen camino.

*

Valerie dejó Venezuela en 2018. Una experiencia personal traumática y el agravante de la situación sociopolítica y económica crítica a nivel país la impulsaron a mirar más allá y, en pleno proceso evaluatorio se reencontró, virtualidad mediante, con un viejo conocido. Se gustaban, y en el horizonte apareció la posibilidad de ir a su encuentro en Brasil y comenzar, juntos, una nueva vida: una historia de amor, de bienestar, de expectativas. De ilusión.

Pero migrar está muy lejos del idilio.

En el tiempo que pasó hasta que pudo obtener su documentación y su cartera de trabajo en Brasil, esta politóloga que había cumplido funciones en Presidencia venezolana dedicó sus días a lavar lechugas, mollejas y pollos en un restaurante y por un sueldo mínimo. Esa chica poderosa que antes sentía que podía con el mundo, empezaba a desdibujarse en un país de idioma desconocido, donde después de trabajar 12 horas por día, la esperaban un hombre que no era familia y una casa que no era hogar.

Esa fue la primera vez que, en su adultez, Valerie sufrió la dependencia económica.

 “Estar prohibida de tomar tus propias decisiones, de hacer lo que quieras, llevar tu ritmo y estilo de vida, es duro. Y estuve repitiendo un círculo de relaciones bastante dependientes y no era una decisión mía, no era porque yo quería. Era mi contexto de limitaciones que no me permitía hacer otra cosa”, reflexiona. “Llegó un momento en Brasil en que, en condiciones de violencia de género en una relación, tomé la determinación de salir de ese círculo. Y afortunadamente tuve el apoyo de mujeres, que ya es una relación mucho más sana. Pero cuando vengo a Uruguay repito todos esos ciclos otra vez”.

Alguna vez, en el proceso de este proyecto, Valerie dirá algo así: “En Venezuela yo me sentía poderosa. En Uruguay perdí la fuerza de luchar”.

*

En junio de 2019 y con esperanzas renovadas, llegó a Montevideo. A Valerie la seducían el idioma, el hecho de tener más facilidades a la hora de tramitar la documentación, las posibilidades de estudiar y poder progresar a nivel profesional, un contexto nacional de mayor estabilidad económica, y la garantía establecida en la Ley N° 18.250 de Migración que reconoce la igualdad de derechos de los migrantes con las personas nacionales.

Pero migrar está muy lejos del idilio, y hay efectos psicológicos en la migración.

En Montevideo revivió situaciones de incomodidad, conductas violentas, hostilidad, opresión, vergüenza, dependencia. Lejos de su familia y amigos, el sentimiento de desolación se agudizó como nunca en su proyecto migratorio.

“Yo sé que las mujeres somos poderosas en todas partes, pero estar en mi hogar, con mi círculo de amistad ahí y haciendo lo que me gustaba, y donde lo que tenía me lo ganaba a través de mi estudio, mi trabajo, esas condiciones son favorables a que te sientas empoderada. Y en ese devenir migratorio fui perdiendo la fuerza”, relata Valerie. “Es algo que obviamente no buscaba, pero hay un desgaste emocional enorme por la escasez, la falta de lo material pero también de lo emocional y cómo me afectaron las relaciones que tuve, los hechos de violencia, las oportunidades y en menos cuota la xenofobia, que también está presente. Todas esas cosas te van desgastando, son heridas, y obligatoriamente tienes que mantenerte de pie porque no tienes a más nadie: estoy yo sola, cuento conmigo misma. Pero hay un momento en que digo: he perdido la fuerza. Hay pequeñas cosas que me hacen decaer y ya no tengo las mismas respuestas que emocionalmente tenía en Venezuela o incluso en Brasil, donde a pesar de todo me sentía más tranquila. Pero acá en Uruguay fue el momento en que proceso todo eso que me ha pasado y caigo. Obvio que me he vuelto a levantar, y tengo mis momentos en que cojeo, pero hay que tener mucha fortaleza cada día para seguir adelante cuando la vida te ha cambiado por completo”.

Salud Mental - Valerie

*

Aunque nació en 2003, la asociación civil Idas y Vueltas se dedica, desde 2011, solo al trabajo con población migrante, refugiada y solicitante de asilo en Uruguay. Desde su equipo de Psicología gratuito, que hoy opera de manera presencial y virtual, aseguran que las principales problemáticas que se desprenden de las consultas son la angustia, la ansiedad, la necesidad de escucha y la dificultad para generar espacios de encuentro: hay mucha soledad.

“Hacer un amigo y ser invitada a una casa es muy difícil en Uruguay”, dice Rinche Roodenburg, mujer migrante y fundadora de Idas y Vueltas. “Tú puedes estar meses en la cola del CAIF buscando a tu hijo, junto con otras mujeres u hombres o lo que sea, y no te invitan a la casa. No es tan fácil que te digan: ‘¿Quieres que hagamos algo para que jueguen los chiquilines y tomar mate?’ No es por maldad, es porque no se les ocurre. Y esto es muy fuerte. Entrar en una casa uruguaya, hacer un amigo, cuesta mucho”.

Lidiar con la soledad, dice Valerie, ha sido uno de sus principales retos en Uruguay. “Y sé que no me pasa a mí, es algo que converso con otras mujeres migrantes. Aparte de que acá hay un aspecto fuerte que se maneja de la salud mental en Uruguay. Pero en Venezuela todo este tema lo teníamos en otro plano. Allá la vida es tan acelerada; hemos tenido tantos procesos de crisis, de cambios, que  te mantienen ocupado. Y he llegado a la conclusión de que capaz al llegar acá y estabilizar algunas cosas respecto al tema material, ya no tienes esas crisis que te impulsan a moverte cada día. Entonces te encuentras solo, no tienes con quién conversar, y decaes”.

En Uruguay, el Poder Ejecutivo promulgó en 2017 la Ley 19.529, que garantiza el derecho a la protección de la salud mental de los habitantes residentes en el país, con una perspectiva de respeto a los derechos humanos de todas las personas y particularmente de las usuarias de los servicios de salud mental en el marco del Sistema Nacional Integrado de Salud. Bajo el paraguas de ASSE existen equipos y centros de salud mental gratuitos en Montevideo, el área metropolitana y el interior.

El 11 de octubre, en una marcha para conmemorar el Día Mundial de la Salud Mental y reclamar por la implementación plena de esa legislación, la integrante del área de Salud Mental de la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo, Mónica Giordano, dijo a la diaria: «La salud mental no está totalmente ligada a la enfermedad como la pensamos tradicionalmente, sino a la vida cotidiana, a los problemas que en algún momento todos vamos a transitar, ya sea de vivienda, trabajo, cultura, educación».

La reflexión a la que llegó Valerie fue en esa línea: recuperada su independencia económica, a gusto en un nuevo trabajo y en una nueva relación de pareja, el desgaste emocional de toda su experiencia migratoria salió a la superficie para pedir atención plena.

Esa vez, por primera vez, Valerie decidió empezar psicoterapia

*

En terapia, Valerie trabaja sobre el proceso migratorio y sobre toda su historia. Trabaja sobre ella misma, como una mujer con necesidad de espacios propios, de instancias que le permitan seguir cosiéndole parches a la capa que la acompaña en esta etapa. Trabaja sobre la dependencia afectiva que se desarrolla cuando se está tan lejos de la madre, los amigos, la tierra, y cuando el mundo puede acotarse a una pareja y el círculo afectivo que viene con ella. Si alguien pregunta por qué los migrantes son considerados un grupo vulnerable, buena parte de la respuesta radica en esas últimas líneas.

Hoy, Valerie tiene un novio uruguayo y en los padres de él, unos padres uruguayos, pero el mínimo roce cotidiano puede hacerle sentir que va a quedarse sola. “Si no tengo eso”, dice, “a veces puedo sentir que lo estoy perdiendo todo”.

Hoy Valerie añora a las amistades genuinas, a esa red de mujeres que es, y lo nombra con los ojos brillantes, “lo más maravilloso que hay”. El apoyo, la comprensión, la charla, la contención emocional que había encontrado en Brasil y que acá todavía busca construir -en eso, Idas y Vueltas, donde es voluntaria, ha sido un apoyo importante-, es todo lo que necesita para abrazar su final feliz.

Pero Valerie ya escribe una historia feliz.

Mientras se cierra esta nota, llena su Instagram con postales sonrientes que acaba de tomarse en Camboriu, donde disfruta de unas vacaciones que financia con sus propios recursos. En algún lugar de esa sonrisa está, también, la satisfacción de haber sido seleccionada para una maestría en la Facultad de Ciencias Sociales, un logro personal que le permite volver a creer en la politóloga que es y que sueña volver a poner en actividad. Está el hecho de que a pesar de todo hoy puede mandar dinero a Venezuela, ayudar a su familia, sostenerla a la distancia.

Y en algún lugar está, también, la tranquilidad de saber que cuando vuelva a Montevideo, volverá a un hogar. Un hogar que depende de sí misma, un hogar donde la luz que entra por la ventana aleja el fantasma de los cuartos encerrados, grises y deprimidos de pensión, que a veces son el único refugio posible cuando hay que migrar.

A dos años de su llegada a Uruguay, Valerie elige mirar hacia atrás no para entristecerse, sino para ver dónde está hoy, a dónde ha llegado. 

“A pesar de todos los retos, me vuelvo a sentir fuerte”, dice, sentada frente al ventanal.

Salud Mental - Valerie

Valerie

Valerie

Salud mental

Salud mental

Sitios de interés

Equipos de salud mental ASSE

Web

Centro Nacional de Información y Referencia de la Red de Drogas Portal Amarillo

Web

Psicólogos del Uruguay

Web

Red de psicólogos

Web

Dirección de salud mental de ASSE

Web

Centro de Información y Referencia de la Red-Drogas (Portal Amarillo)

Web

Línea de apoyo emocional ASSE

Web

Servicios de atención psicológica que brinda la Facultad de Psicología

Web

Espacio Psicológico Virtual de la UDELAR

Web